Susan Gregory aborda este taller de una manera sencilla, intercalando ejercicios prácticos mientras nos cuenta algo acerca de la voz .
La voz implica inmediatemente una relación, ya que implica que queramos ser escuchados incluso que obtengamos una respuesta.
La voz cambia según con quién estemos y dónde estemos. Define el espacio y es un límite invisible.
Cantando hay más variedad de sentimientos que hablando.
La música tiene cualidades estéticas que afectan al lenguaje. Hay hipótesis que dicen que el ser humano cantó antes que habló. Así Paul Goodman habló de la prosodia (tono,...) de la voz. Y esto nos puede llevar a cantar. O al revés, primero cantamos y después prosodiamos. No lo sabemos con seguridad pero sí sabemos que los niños a los tres meses hacen prosodia y a los seis meses, dependiendo del cuidador, los niños pueden cantar.
Susan Gregory nos propone varios ejercicios de canto grupal con los que nos da la oportunidad de sentir el campo, percibiéndose uno en su respiración , cuerpo, emoción, pensamiento, al otro, al grupo, en su expresión y a la interacción entre ambos que es el campo y que es algo más que cada pàrte por separado.
Fue interesante saber que la experiencia casi involuntaria de moverse mientras se canta se explica porque las áreas del cerebro responsables de cada una están cerca y coordinadas entre sí.
En cuanto a la experiencia de campo grupal, de interacción, comentar que el canto en grupo ofrece una vivencia de contacto, comunicación e integración entre los miembros que va más allá del lenguaje. Incluso hay estudios que demuestran que los miembros de un grupo cuando cantan juntos llegan a alcanzar una similar presión sanguínea y ondas cerebrales.
Susan Gregory finaliza el taller con una pequeña demostración de encuentro terapéutico entre paciente y terapeuta mediante el uso del canto como herramienta de trabajo.
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