Siempre fui un poco raro, la verdad... A cuenta de cierta precocidad y de otros asuntillos me puse un cohete en el trasero que ha tardado bastantes años en calmarse; aunque ese mismo cohete me ha dado la fuerza, me parece, para buscar, buscar y buscar... Con 14 años editaba unas Fichas de Vida Alternativa que llegaron a ser relativamente conocidas en el mundillo progresista y underground. Con 17 dirigía una comercial de representaciones, mientras estudiaba francés y dos carreras (psicología y pedagogía) en la universidad, y daba clases gratuitas para gente sin recursos, entre otros menesteres... Con 24 dictaba una conferencia “en Paris” sobre terapia gestalt y era padre de una preciosa niñita... Bueno, soy psicólogo, trabajo como psicoterapeuta y formador de terapeutas desde hace veintidós años. También muy joven (18 años) iniciaba mis contactos con el mundo de la psicología humanista y de la gestalt. Me cabe la satisfacción de haber sido el primer español que impartiera formación gestáltica en Barcelona, y uno de los primeros en trabajar de esa manera. En lo profesional, y no sólo, el encuentro con Guillermo Borja (Memo) y Claudio Naranjo, sobre todo, ha sido fundamental en mi camino, aunque antes tuve la suerte de encontrar a grandes personas y brillantes profesionales. En lo personal, deprimirme profundamente... y salir; y el golpe y el dolor de una terrible muerte muy cercana, cambiaron de cabo a rabo mi perspectiva de la vida. Fundar con Cristina Nadal, mi mujer, el Taller de Gestalt de Barcelona (1988-2000) y la Escuela del Taller, que continua, creo que me fue ayudando a estirar, aposentar y afinar mi oficio. Me honro de ser Miembro de Honor de la Asociación Española de Terapia Gestalt. Tengo 42 años, dos hijos y acabo de publicar ( ¡por fin... ¡) mi primer libro: “Clínica Gestáltica: Metáforas de Viaje”. Sigo; aunque me enseñaron (y parece que voy aprendiendo) a parar y dejarme caer de vez en cuando. La fortuna de tener buenos amigos le ha venido dando un color particular a todo ello, desde luego. Gracias a Dios...Y paco Peñarrubia cuenta:
Alberto y yo nos conocemos desde hace veintitantos años... y somos amigos, lo cual no puede uno afirmarlo de demasiada gente. Repasando la memoria de estos años, recuerdo que nuestras primeras comunicaciones fueron epistolares, de intercambio de programas, noticias e informaciones, ya que por entonces Alberto andaba ocupado, entre otras cosas, en un fichero de recursos humanistas-gestálticos. Luego quisimos conocernos y, como en una cita a ciegas donde la señal no fuera una rosa roja sino nuestro común encantamiento con la Gestalt, (entonces tan desconocida), nos encontramos en Barcelona, en su antiguo centro Ítaca, a principios de los 80. Si exagero el tono de crónica sentimental es porque creo que realmente nos “enamoramos” aquella primera vez como ocurre en los flechazos: uno se ve reflejado en otra “alma gemela” y lo demás discurre por los cauces del entusiasmo generado por las afinidades. En aquella ocasión hablamos de nuestras vidas, intereses, trayectorias... asombrados por la similitud de experiencias vitales y biográficas, dentro de la diferencia, y sobre todo por reconocer ese código común que hace que las cosas se entiendan casi antes de nombrarlas. Como a los dos nos apasiona el simbolismo, no me resisto a reseñar las condiciones de aquel primer encuentro: el lugar, Ítaca, excelente metáfora de vuelta a la casa familiar, a lo reconocible común; la calle Aduana, que tan hermosamente alude a los costes del intercambio (mucho mejor que “la frontera de contacto”); la proximidad de la antigua estación de Francia, como señal de nuestro espíritu viajero, de gestaltistas ambulantes empeñados en la transmisión, a la vez que no dejo de acordarme de la invitación que Alberto me hizo años después para trabajar con él en Francia, con su grupo de supervisión; y el restaurante al que fuimos a comer, “Las 7 Puertas”, nombre de lo más sugerente para ambos. En fin que tras aquella larga sobremesa quedó establecida una amistad que el tiempo no ha hecho más que consolidar. El tiempo y las aventuras en que nos fuimos metiendo enseguida. La que más nos enorgullece (y me atrevo a hablar en plural) es la creación de la Asociación Española de Terapia Gestalt (1982) junto a Lluis Pardo y Mónica Sans. El trabajo inicial recayó sobre ellos, que además fueron responsables (Albert y Lluis), de las dos primeras actividades públicas de A.E.T.G.: Las Jornadas Españolas (Diciembre de 1982) y el primer Symposium Internacional de Terapia Gestalt (Diciembre de 1983), ambas en Barcelona. Hay noticia de todo esto en el presente libro, en la parte que habla del formador y de la formación en Gestalt, un área en la que hemos colaborado profunda y solidariamente.
Precisamente la primera vez que vi desempeñarse profesionalmente a Alberto fue como profesor de la promoción primera de alumnos de Madrid, (de la que yo fui tutor en 1985), transmitiendo el programa Alfa, cuya versión madura puede encontrarse más adelante en estas páginas. Me encantó su método como expresión de la sistematización teórica, la claridad didáctica y el rigor intelectual que le caracterizan y que entonces brillaban aún más por el amateurismo de los demás enseñantes de la época.
Posteriormente hemos tenido ocasiones múltiples de trabajar juntos y enseñarnos aquellas formulaciones y síntesis que íbamos desarrollando en cada momento, “contaminándonos” mutuamente en un sutil judo (contrastar, competir, influir, reafirmar...) que casi siempre acabó en danza (apoyar, completar, enriquecer, regalar...). Me conmueve la generosidad con que nos hemos tratado porque no me ha pasado con ningún otro colega (al menos a semejante nivel), de forma que en nuestros trabajos más “personales” (creatividad, supervisión, sexoterapia ñéste más suyo-) hay mucho de ambos, como una experiencia de autoría definida y a ratos difuminada, que ha sido posible por el respeto y reconocimiento mutuos e incontestables. Supongo que esto también explica etapas de más distancia profesional, casi inevitables para no caer en confluencias, pero que al ver ahora la panorámica de este tiempo, no puedo sentirlo sino como una bendición, como esa “edad de oro” (la misma que enaltecen todas las culturas y tradiciones, a la vez que existen épocas de plata y de hierro) que se recuerda dentro con el sabor de la armonía y la fraternidad. La misma sensación tengo con el grupo original de trabajo que fuimos haciendo en torno a Claudio Naranjo y al que también está vinculado Alberto. Bendita nostalgia del paraíso perdido porque significa que estuvimos allí y me reconforta sentirlo asociado a tan buenos amigos.
PACO PEÑARRUBIA, DIRECTOR DE LA ESCUELA MADRILEÑA DE TERAPIA GESTALT Y MIEMBRO DE HONOR DE LA ASOCIACION ESPAÑOLA DE TERAPIA GESTALT
Para leer todos los textos consultar la fuente original:
http://autocrecimiento.com/desarrollo/web2.asp?id=1095
su blog:
http://www.albertramsmiscelanea.blogspot.com/